Las
rabietas forman parte del desarrollo
evolutivo del niño y aparecen en torno a los 2 años y hasta los 4, últimamente se adelantan apareciendo entre el
año y media y hasta los 5 años. Su sentido se fundamenta en la integración de
la norma y las ideas del otro.
Son
más frecuentes a horas del día en
las que los niños están cansados, se
intensifican entre los dos y los tres años, para ir disminuyendo en intensidad
poco a poco.
Es
una de las conductas más consultadas y su intervención va dirigida a disminuir
su frecuencia, duración e intensidad.
La
terapia debe ir dirigida a cambiar
las cogniciones de los adultos que
cuidan del niño, pueden pensar “pobrecito” o “no puedo verlo llorar”. Y fisiológica,
técnicas de relajación para no
atender a estas conductas.
Las
consecuencias negativas de la rabieta es que puedan llegar a convertirse en
conductas desadaptativas según el condicionamiento operante y si son
generadoras de conflictos.
Un
mal manejo de las mismas puede
conllevar la aparición de trastornos de conducta como son el trastorno oposicionista desafiante, o el
trastorno de conducta antisocial.
Hay
que diferenciar entre actitud de desobediencia propia de la edad y desarrollo
evolutivo del niño, frente a la agresión como habilidad para la resolución de
conflictos que puede constituir un problema para el futuro de la vida del
menor.
Al
decir que la conducta de desobediencia sea propia de la edad, no quiere decir
que no podamos hacer nada desde casa.
La
intervención siempre se hará con el niño, y fundamentalmente con los padres.
Entre
los 2 y los 7 años, utilizamos la técnica
de extinción, suprimiendo el refuerzo de una conducta previamente
reforzada.
Por
ejemplo, en las rabietas la atención de los padres suele ser el refuerzo que
las mantiene, por lo que no deberemos atender a este comportamiento. El éxito solamente viene por la aplicación continuada de este método.
Protocolo
de actuación en la Técnica de extinción.
Cada
vez que aparece la rabieta: Ignorar este comportamiento y continuar haciendo lo
que se estaba haciendo.
•
Decirle al niño cómo les hace sentir su comportamiento: “Me estoy enfadando
mucho”.
•
Anunciar la conducta alternativa que se espere lleve a cabo: “Cuando te
tranquilices, te atiendo”.
• Retirarse de la situación y esperar un
tiempo (aproximadamente un minuto por año). Si el niño mantiene su actitud,
seguir con sus quehaceres o iniciar otra actividad sin atenderle (explicar que
atender es hablarle, quedarnos mirándole, cogerle en brazos, dar un grito…).
• Pasado este tiempo volver donde está el niño
y decirle nuevamente qué se espera que haga: “cuando te tranquilices, te
atiendo”.
• Cuando se tranquilice, por mucho tiempo que
haya estado llorando, hay que premiar la nueva conducta que será la alternativa
“como me gusta que estés así, tranquilo, ahora podemos hablar”. Este es el
momento del refuerzo. Por mucho que les enfade su comportamiento anterior, para
que su esfuerzo sirva hay que olvidar el acontecimiento tan rápido como lo
hacen los niños.
• Si durante la rabieta lleva a cabo más
conductas desadaptativas: lanzar cosas al suelo, golpear el mobiliario, dar
patadas o insultar, no se atenderán hasta que el niño se calme, nunca durante
el enfado. Eso sí, primero irán los besos y la celebración por “lo que les
gusta verlo así de tranquilo”.
Existen
factores de aprendizaje previo que pueden hacer más resistente la extinción de
la conducta.
•
Cuanto más tiempo lleve produciéndose, más difícil es su desaparición.
•
Si cada vez que aparece la rabieta se refuerza el comportamiento, la
disminución de su aparición e intensidad se complica.
• Si se han producido intentos de solución, en
concreto si los padres han intentado mantener su criterio pero acaban cediendo
a veces sí y otras no (refuerzo intermitente) la resistencia de la conducta
problema se ve muy incrementada.
• Cuando no se ha reforzado o no se ha
enseñado la conducta alternativa, más difícil es su instauración y por tanto se
complica el proceso de sustitución de la desadaptativa. Los niños con rabietas
reciben mucho refuerzo a las conductas desadaptativas: no grites, no llores, no
insultes y muy poco a las adaptativas: que bien cuando estás así tranquilo, me
gusta que pidas las cosas con ese tono de voz por lo que la aparición de estas
últimas disminuye o incluso desaparece. Esto hace que, la incorporación en el
repertorio de conductas del niño tarde más
•
Advertir a los padres que en el inicio de aplicación de la técnica se
incrementará la frecuencia, intensidad y variedad de los comportamientos
disruptivos. Suelen aparecer conductas más agresivas de las utilizadas hasta
ese momento y solo si se aplica la extinción hasta conseguir el objetivo
propuesto es válida la intervención. A partir de este primer momento comienza
la disminución de la frecuencia, intensidad y duración de la conducta problema.
Una
vez se decide intervenir con la técnica de la extinción han de ser constantes o
se pueden producir los efectos contrarios, puesto que supondría reforzar de
manera intermitente. El niño aprenderá que basta subir la intensidad de sus
conductas disruptivas para ser atendido.
•
Hacer aparecer el refuerzo siempre que aparezcan conductas alternativas y
hacerlo combinado con la extinción la hace más eficaz. Si además la conducta
alternativa es incompatible con la desadaptativa es más eficaz para conseguir
el objetivo. Pedir lo que quiero tranquilo (alternativa a reforzar) es
incompatible con exigir a gritos (a extinguir).
•
Suele producirse la “recuperación espontánea de la conducta” extinguida,
teniendo que volver a aplicar la técnica para su disminución/desaparición en la
frecuencia de la conducta. La “recuperación espontánea” exige para su extinción
de la aplicación exhaustiva del protocolo de actuación explicado en el punto
anterior y su desaparición es mucho más rápida que en el inicio del proceso.
• Cuando la conducta sea peligrosa para el
niño (definir peligro con los padres) se retirará al niño de dicha situación,
una vez desaparecido el peligro seguir aplicando el protocolo de actuación. Por
ejemplo: Los niños durante el tiempo de extinción pueden coger instrumentos
punzantes retirárselos tranquilamente y ponerlos fuera de su alcance será
suficiente para poder seguir aplicando el protocolo de actuación.
Como dar una
Orden:
1. En un leguaje
claro, con tono firme y convincente. Evitar los matices de suplica.
2. Hacer
respiraciones sucesivas para bajar los niveles de ansiedad.
3. Hacer una pausa después
de dar una orden, con objeto de asegurarme de si la orden ha sido comprendida.
4. Dar la orden acercándome
al niño y mirándolo a la cara.
5. Ofrecerle
comportamientos alternativos y dejarle claro que no haré lo que él quiere.
6. Aprender a
atender a lo que estoy haciendo ignorando la “rabieta” y reforzando las
disminuciones en intensidad de la misma.
Reforzar los
comportamientos positivos:
“Técnica
pilla a tus hijos haciendo algo bien y díselo con un beso”.
Establecer el
momento especial de cada uno con su madre:
-
Aumentar
el tiempo que madre e hijo disfrutan juntos.
-
Reforzar
la conducta adecuada y alternativa a las rabietas.
CONCLUSIONES
·
La
extinción como técnica se muestra eficaz tanto el entrenamiento en tolerancia a
la frustración como la disminución y/o control de las conductas impulsivas en
edades tempranas.
·
La
disminución de conductas disruptivas tiene que ir acompañada del aprendizaje de
conductas alternativas que incorporar al repertorio de respuestas del niño y
que se consigue cuando los padres las refuerzan.
·
La
atención parental se muestra como el mejor refuerzo de las conductas del niño.
Tanto para la desaparición de las disruptivas como para la aparición y
mantenimiento de las adaptativas.
·
El
entrenamiento de los padres en el manejo de operantes aumenta las posibilidades
de generalización de la conducta adaptativa del niño.