"Los lazos del cariño definen nuestra vida desde la cuna hasta la tumba"
JHON BOWLBY, Creación y ruptura de relaciones, 1979.
Los vínculos afectivos durante la infancia forjan decisivamente nuestro estilo de relacionarnos en edades más avanzadas. Los padres cariñosos que apoyan a los pequeños, que los escuchan y los guían, y que establecen normas claras y razonables de conducta, tienden a alimentar en los niños la confianza y el sentido de competencia en el marco de la convivencia. Un entorno familiar entrañable y protector durante la niñez facilita en las criaturas la sensación gratificante de pertenencia a un grupo y la aptitud para ponerse con afecto y comprensión en las circunstancias ajenas. Por el contrario, el padecimiento de condiciones impredecibles, la indiferencia o el abandono tienden a fomentar en los menores la inseguridad, la suspicacia hacia otros y el aislamiento afectivo.
En la actualidad se suelen distinguir cuatro grupos de adultos con respecto a sus estilos de relación: seguros, ansiosos, elusivos y desorganizados.
Los adultos seguros suelen esgrimir afirmaciones como "me resulta fácil acercarme a los demás y me siento cómodo dependiendo de ellos", o "no me incomodo cuando otros se acercan a mí, o dependen de mí". Además toleran bien la separación física temporal de sus seres queridos.
Los adultos ansiosos tienden a preocuparse, a angustiarse y a dudar del cariño de las personas cercanas cuando éstas se separan de ellos. Algunos guardan las distancias por "miedo a sufrir" o, simplemente por "no complicarse la vida". Los hay también que se quejan de que los demás no se les acercan lo suficiente pero, en la práctica, son ellos mismos quienes los ahuyentan con su ansia irresistible de total seguridad.
Los elusivos se sienten incómodos y suelen mantenerse aislados, tratan de evitar el acercamiento y esquivan las relaciones íntimas. En este grupo hay quien invoca la necesidad de independencia y autosuficiencia como excusa para tratar a toda costa de no depender de nadie o de que nadie dependa de ellos. La verdad es que la intimidad les agobia.
El grupo de los desorganizados lo forman personas que se involucran en relaciones patológicas cargadas de tensiones incomprensiones, desconfianza, engaños y malos tratos psicológicos o físicos. En algunos casos los problemas en sus relaciones responden a trastornos de la personalidad de tipo paranoico, antisocial o narcisista, o son el resultado de conductas destructivas , fruto de dependencias o adicciones al alcohol, las drogas o el juego.
Dentro de este grupo también incluyo a hombres y mujeres "adictos al fracaso" en sus relaciones. Cuando uno los ve en acción se hace evidente que, de forma más o menos consciente, buscan el descalabro de la relación. Aunque afirman estar necesitados de amor, siempre se las arreglan para buscarlo de las formas más torpes e ineficaces. Incluso cuando entran en una relación aparentemente sana y prometedora se las apañan para no llegar a buen fin. Sin proponérselo conscientemente, son especialistas en montar enredos y estrategias contraproducentes, algo que lamentablemente los lleva a implicarse en situaciones y actividades incompatibles con sus relaciones que sólo les aportan complicaciones o decepciones. Peor aún, no son conscientes de sus conductas destructivas y si alguien intenta ayudarles rechazan la oferta.